Llevo meses queriendo teclear el título de
este capítulo, decidido desde hace mucho, desde el momento en que comencé a
escribir mi historia. Esta frase ha retumbado en mi cabeza un montón de noches,
en las que antes de dormir me repetía: -
Esto también pasará, llegará el fin de esta pesadilla…
Recuerdo las palabras de la radióloga el día
que me hicieron el escáner; parece que ha pasado un siglo y ni siquiera ha
vuelto a ser mayo todavía: -Es un año malo, pero después volverás a recuperar
tu vida- me dijo, mientras en la pantalla de un ordenador se cargaban imágenes
de mi espalda, mi hígado y mis pulmones. Lugares en los que buscar metástasis.
Ese día yo no sabía aún nada de todo lo que
hoy sé; hacía apenas una hora que me habían dicho que tenía un tumor, que me
habían sacado sangre en una sala llena de enfermeras dándose el relevo y
contándome casos de amigas, cuñadas y gente que estaba estupendamente después
de pasarlo. Acababa de salir de una prueba en la que iban a evaluar hasta dónde
había llegado mi cáncer. Estaba en plena montaña rusa.
¿Un año? No voy a poder aguantar tanto, fue
lo único que pude contestarle.
Hoy, 15 de marzo del año 2017 termina esta
historia, de momento y ojalá que para siempre.
Dieciséis chutes de
quimioterapia, una cirugía radical, veinticinco sesiones de radioterapia y
veinte entradas a un blog. Y aquí sigo, trescientos trece días después, y los
que vengan. Yo, que no daba un duro por mí, parece que lo he conseguido.
Soy consciente de que aún me queda mucho
camino por recorrer. Para empezar, tengo entre las asignaturas pendientes toda
la parte estética, que es posible que me lleve tiempo. ¡Hay que elegir las
tetas nuevas y eso quiero hacerlo bien!
Además, cuando por fin vuelva a ser mayo se
inauguran las revisiones, espero que la primera de muchas. Así que,
considerando que las consultas con la oncóloga serán para siempre, la radióloga
se confundió aquella tarde; Este proceso no dura un año, dura una vida entera.
Me toca aprender a vivir con eso y aceptar,
con la perspectiva que sólo me dará el tiempo, lo que me ha pasado y, sobre
todo, lo que quiero que pase a partir de hoy. Ahora es el momento de intentar
recuperar mi vida, aunque sé que jamás será, ni quiero que sea, como la que
tenía antes de que un tumor luminal se cruzara en mi camino.
Siento que es el momento de ir cerrando
etapas. De ir terminando esta historia para poder empezar todas las demás. Y
este blog ha sido eso, la historia de mi cáncer por capítulos, y el cáncer ya
no está. Son las últimas palabras que quiero dedicarle.
No es una despedida definitiva; mucha gente
ha leído mis historias, ha seguido mis avances a través de cada episodio y
algunos incluso me escriben y me cuentan que han aprendido un montón sobre el
cáncer (de mama) y sobre cómo nos sentimos los que nos enfrentamos a esta
enfermedad. Yo, que egoístamente he contado mi historia para sentirme mejor,
soy incapaz de imaginar que esto le haya servido a alguien más, pero si así ha
sido, habrá merecido doblemente la pena.
Por eso, es posible que después de la primera
revisión vuelva a escribir, o que cuente mis avances con la cirugía plástica y
reconstructiva. Según me vaya pidiendo el cuerpo. Lo que sé es que hoy, y por
suerte, no tengo nada nuevo que contar.
Son muchos los blogs que sigo, blogs de
personas como yo, que podrían ser yo, con cánceres como el mío, con
sentimientos semejantes a los que yo tengo y que, de repente, un día dejan de
escribir. Lo más normal es que una vez se supera esta etapa y va pasando el
tiempo, tanto el cáncer como el blog pierden protagonismo en la vida del
enfermo o, mejor dicho, del superviviente.
En estos casos, la falta de noticias es en sí
una buena noticia, pero mi delirante imaginación siempre piensa: - ¿y si no
escribe porque le ha pasado algo? ¿Y si ha pasado lo peor?
No quiero despedirme del cáncer a la
francesa, porque hacerlo sería dejar mi historia sin final, y una historia sin
final siempre deja abierta la posibilidad de una segunda parte. No quiero
secuelas de este cuento.
Y la mejor manera de terminar es por el
principio…
Así empezó mi historia: “Una de cada ocho
mujeres tendrá un cáncer de mama en su vida”.
Es cierto, he sido esa octava a la que le ha
tocado el cáncer. Pero hasta que las pruebas de imagen y los marcadores
tumorales no demuestren lo contrario, desde hoy, soy una de las otras siete.
Aquí está mi final feliz.
Y colorín colorado, mi calvario ha
terminado.