Llegué a este parque de atracciones un lluvioso viernes de principios de
mayo. Hacía unos pocos meses que había pasado una revisión de esa lesión
supuestamente benigna, pero buscaba una segunda opinión, algo estaba cambiando.
El pecho ya no tenía la misma forma, y el pezón tenía un aspecto muy raro.
Ya estaba montada en la montaña rusa de la que a día de hoy no he podido
bajarme, pero aún no lo sabía del todo. Por un lado estaba segura de que esa
segunda opinión que andaba buscando corroboraría que no era nada, ¿por qué a
mí?, pero por otro lado sentía en la barriga el cosquilleo que se siente al
columpiarse, el que se siente justo antes de caer al vacío ¿por qué no a mi?
En esa consulta me pidieron una ecografía y una biopsia para una semana
después. La opción “algo malo” iba ganando puntos en mi cabeza, porque así soy
yo (y creo que así somos un poco todos), nos ponemos en lo peor y lo que venga
favorable, bienvenido será.
Por primera vez con buen criterio en tantos meses, busqué a mi hermana.
Ella, que además de hermana, es médico. “Luchi- me dijo- vamos a que te repitan
la ecografía y salimos de dudas”. La primera pasajera subida sin quererlo al
vagón de mi triste atracción de feria.
Las caras tras la ecografía no eran de nada benigno, y me comentaron que el
tamaño era más grande que lo que me habían dicho en todas las revisiones; el
siguiente paso, ese mismo día, una mamografía, que no sé ni cómo salió porque ya
no paraba de llorar y era incapaz de estar quieta. La enfermera me hablaba de
que su madre había pasado por lo mismo y que estaba genial, pero yo no la
escuchaba, en mi cabeza sólo tenía cabida el miedo, la tristeza y la
incertidumbre. Sobre todo miedo. Al salir de la prueba, la radióloga me dijo:
“Ven el lunes y biopsiamos”. Yo ya no estaba, mi vagón acababa de caer por la
primera rampa. Empezaba el viaje.
Ese fin de semana busqué, leí y releí intentando que mis síntomas quedaran
englobados en cualquier patología benigna, pero también busqué, leí y releí
para que quedaran englobados en una maligna. Picos y valles extremos…Día y
noche consultando páginas, artículos, foros, fotos, testimonios, internet me
daba la razón para ambos extremos.
Recuerdo cada minuto de ese fin de semana, las caras de mis amigas de
ballet al verme, pensando que mi llanto en el vestuario se debía a esa ruptura
sentimental que de golpe importaba cero. Recuerdo estar delante del ordenador
preparando unas prácticas de la Universidad, pensando que quizá sería la última
vez que las diera. Recuerdo los mensajes de las pocas personas a las que les
había contado algo intentando animarme, "no te pongas en lo peor"
cuando sabíamos que lo peor tenía muchas papeletas de suceder. Recuerdo el
telediario del domingo, día de la carrera de la mujer en Madrid, en la que un
montón de mujeres sonreían porque habían superado un cáncer de mama. Recuerdo
que mi hermana me dijo, -el año que viene la corremos-, y de momento sólo entrena
ella (enseguida empezaré yo). Y recuerdo con verdadera tristeza el nudo en el
estómago por tener que dar la noticia a mis padres, a mis hermanos, a toda mi
familia que tanto hemos pasado con esta enfermedad, a mis amigos. Menudo
disgusto les iba a dar y les di…Lo siento.
Quizá me estoy equivocando, porque lo que está por venir es impredecible y
“siempre se puede ir a peor”, pero a día de hoy y con la experiencia que tengo,
creo que los mayores altibajos ocurren en las primeras semanas.
En esos días en los que pasas de sentir las metástasis en los huesos a
estar convencida de que está localizado. En esos días, y los que los habéis
vivido a mi lado los habéis sufrido, que pasas del llanto a la risa en cuestión
de un instante, ¡qué desastre! Esos días en los que al cerrar los ojos veía las
células dividirse. Si al menos fuera de letras me habría ahorrado la visión de
las mitosis…
En mi anterior entrada apenas necesité dos líneas, treinta segundos para
describir con nombre y apellidos el tumor. “Carcinoma
ductal infiltrante, moderadamente diferenciado, dependiente de hormonas (RE+ y
RP+) y HER2 negativo.
Ese nombre y mil apellidos que deciden el tratamiento, el pronóstico y la tasa
de supervivencia no te los dan en un día. Podéis ver la foto que adjunto
con mi calendario del mes de mayo para que os hagáis una idea del proceso, que
en mi caso fue afortunadamente rapidísimo.
Retomando el hilo…llegó el lunes, la biopsia. De aguja fina nada, mejor
gruesa para poder coger más muestra. ¿Duele? pues sí, pero el dolor físico pasa
a un segundo plano. Ya de paso, revisión ginecológica, al menos los ovarios
están bien!
Dos días más en los que la incertidumbre crece, en los que me muevo por mi
montaña rusa sin control, en los que mi hermana tiene que pasar el trago de
decirle a unos padres, que encima son los suyos, que vengan de Murcia porque
algo no va bien.
Pero para bien y para mal el tiempo pasa, y llega el día del escáner y de los
resultados de la biopsia. En esa sala de espera oigo por primera vez la palabra
“carcinoma”, ya está, se acabó. Es el fin. Todo da igual, que me hagan las
pruebas que quieran, me dejé llevar, análisis de sangre para marcadores
tumorales, contraste para el escáner y a la máquina, sin pensar, sin sentir. El
escáner estaba limpio, ¡no todo iba a ser malo!
Recuerdo esa noche, mis padres, mi hermana y yo “celebrando” que el escáner
estaba bien. Mis lágrimas cayendo dentro de una caña de cerveza mientras planeábamos
que dentro de un año, el 11 de mayo de 2017, volveremos a celebrar el fin de
esta historia en ese mismo bar (ya os avisaré).
Los días siguientes fueron de vértigo, lógico tratándose de una montaña
rusa.
-Resonancia magnética: la máquina ruidosa donde terminan de estudiar el
tumor y si hay más sorpresas en la otra o en la misma mama además de los
ganglios, que tan importantes son.
-Biopsia de la piel: ésta sí que duele. Tomaron muestra de la piel del
pezón para ver si estaba afectada. Lo estaba…
-Coil de marcaje: el chivato para la cirugía. Te marcan el tumor con
titanio por si al dar la quimio, éste desaparece. Duele mucho, y a mí me
pusieron tres, pero merece la pena con
sólo pensar que en el futuro los cirujanos sólo encuentren titanio.
-Ganglio centinela: la prueba de las pruebas. La que decide si el cáncer ha
salido o no del pecho. Dura dos días, uno donde con cuatro pinchazos (en mi caso ocho) te
inyectan un elemento radiactivo en el tumor para ver a qué ganglio van primero
las células cancerígenas, y el segundo día, te lo sacan y analizan.
El día de mi 35 cumpleaños, operación de ganglio centinela. Mi primer
regalo, dos ganglios fuera. ¡FELICIDADES!
Encender el móvil al salir del hospital y sentir el cariño de todos, los
que lo sabían y los que no, y yo sólo contando las horas que faltaban para que ese
día pasara, para que este año pase, deseando poder cumplir treinta y seis. Al fondo del valle
de nuevo…
Los resultados no eran urgentes ni decidían nada, porque ya estaba decidida
la quimio neoadyuvante (antes de operar), pero la zozobra en mí era imparable. ¿Ganglios
positivos, ganglios negativos? Resultados: el día de mi primera cita con la
oncóloga, pero ya os adelanto que fueron positivos.
-Extracción de ovocitos: Tienes poco tiempo porque la quimio empieza en
cuestión de días, pero en ese plazo te dan la oportunidad de extraer algún ovocito
para el futuro, porque la fertilidad puede irse al garete con la quimioterapia
y con los 5 años de hormonoterapia que vienen detrás. Fue una experiencia
agridulce, hormonas, pinchazos, ecografías, sólo hay uno, no hay tiempo y el
protocolo dice que no se extrae ¿Cómo que no?…En otra entrada explicaré con más
detalle este proceso, pero al menos no fue infructuoso, ahí está Frozen para el
futuro!
He dejado para el final mi visita a la psicóloga de la AECC y a la
psiquiatra. Las dejo para el final ya que le dan sentido al título de este
post. Ambas me dieron a entender que mi reacción era relativamente normal, que
quizá me paso de llorica (siempre lo he sido), pero que cada persona asume,
interioriza y digiere el cáncer de una manera. Lo que más me ayudó fue que
existía una explicación a mi montaña rusa emocional: ellas la llamaban los ajustes.
Los primeros días subes y bajas sin control por la falta de información. De cero a cien, que digo a cien, a mil. Con el paso de los días, de las semanas, con los
resultados (buenos y malos) se supone que esas crestas y valles se suavizan…que
vas manejando mejor la situación, que digieres el mazazo. Y en ello sigo…intentando que el recorrido
entre el cenit y el nadir sea cada día sea más pequeño, dando normalidad a
esto, buscando la parte buena.
Era difícil resumir un mes entero en una única entrada, quizá se ha hecho
demasiado larga…lo dejo aquí, os espero en mi vagón, el viaje continúa…
"si al menos fuera de letras me habría ahorrado la visión de las mitosis…" Que siempre te quede el humor!! :-)
ResponderEliminarQué menos!! Quizá pensaría cosas peores que la mitosis, nunca lo sabré!!
EliminarQué menos!! Quizá pensaría cosas peores que la mitosis, nunca lo sabré!!
Eliminaraún sabiéndolo como lo sé, sobrecoge un poco leerlo, posiblemente por todo el cariño que te tengo, que mezcla de sentimientos ----efectivamente una montaña rusa, pero con una mujer muy valiente detrás te quiero princesa
ResponderEliminarMiles de millones de gracias. Besos a montones y apretados
EliminarMiles de millones de gracias. Besos a montones y apretados
EliminarDe que manera tan maravillosa consigues que montemos contigo en tu particular montaña rusa... gracias
ResponderEliminarTú estás montado desde el principio!!!
Eliminar“Qué desastre”, ésta era la expresión que repetías al final de cada frase tras la noticia. Me acostumbré a escucharte y esperar la fatídica expresión. Cuando empezaste a decirla menos frecuentemente, pensé que tu ánimo estaba mejorando. ¡¡¡Me alegré tanto querida Luz!!!Un abrazo grande y fuerte.
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