Todavía quedan días de agosto, de este verano
donde todo el mundo viaja, llena las playas y disfruta de las vacaciones. Quizá
no sea muy distinto a otros veranos, la única diferencia es que este año soy
más espectadora que veraneante.
Tengo la mente en la vuelta al cole, en el
otoño, en que los días pasen rápido. Me veo como esas personas que están
deseando ponerse el abrigo el 1 de septiembre y el bikini el 1 de marzo,
queriendo adelantar la temporada, queriendo adelantar el tiempo. Que pasen doce semanas en un solo día.
Ya daba por cerrada la temporada veraniega y
había deshinchado el flotador, pero nunca se sabe cuándo puedes caer al fondo del pozo
y lo vas a necesitar para salir a flote.
Sé que a lo largo de esta etapa de mi vida la
montaña rusa es impredecible, con subidas y bajadas inesperadas, con ajustes
emocionales. Y a veces, estas subidas, o más bien las bajadas, te pillan con la
guardia baja, pensando en el otoño y sin flotador.
El martes fue un día importante, día de
cambios, y siempre que se avecinan cambios, éstos pueden salir bien o mal. O
regular. El martes comenzaba la “era taxol”, la nueva quimio. Y antes de la
sesión, una ecografía para ver si la quimioterapia recibida hasta el momento había sido efectiva.
Yo sé que el tumor sigue aquí, lo sé porque
puedo tocarlo, pero había puesto mis ilusiones en que hubiera disminuido de
tamaño hasta el punto de que yo pasara de ser “quimiorresistente” a
“quimiohipersensible”. Esperaba buenas noticias, esperaba incluso mejores
noticias. Pero igual de malo es ponerse en lo peor que ser demasiado optimista,
porque en ambos casos cabe la posibilidad de acabar en el fondo del pozo.
La radióloga que me hizo la ecografía me
comentó que parecía que no había disminuido demasiado. Mazazo. El tumor seguía
ahí, como ya notaba, y uno pequeño que está al lado y que daba por
desaparecido, pues también. Caída libre, vuelta a la casilla de salida, al
fondo…Tocada y sobre todo, hundida.
Vuelven a la mente los peores pensamientos,
si la quimio no hace efecto ¿qué? ¿Cuál es el plan B? ¿Hay plan B? Debo confiar en el nuevo
tratamiento, en la efectividad de los taxanos, pero es inevitable tener la
sensación de estar perdiendo el tiempo, y la batalla.
Otra vez pensar en que durante estas semanas,
las células han estado campando a sus anchas por mis ganglios, por mis huesos o
por mi cerebro. Ahora suena exagerado, y al contarlo me da hasta vergüenza,
pero en esos momentos me puse en lo peor. El único consuelo que me daban era
que al menos no había crecido. Decirte eso es como sugerir que debes estar
contenta porque te podría haber atropellado una ambulancia en la puerta al llegar al hospital. No me
conformo, no me consuela y me estaba hundiendo.
El resultado final de la ecografía fue
distinto, por suerte, ya que una vez que la radióloga pudo comparar las medidas
con los valores iniciales, de antes del tratamiento, calculó que el tumor había
disminuido un 20 % y el pequeño satélite un 42 %.
No quiero ni mucho menos que parezca que el
médico se precipitó al dar los resultados, al contrario, creo que fue mi culpa
ya que no dejaba de preguntar, y puedo ser muy pesada. Es mejor esperar un poco
a tener el informe definitivo y no presionar. Espero aplicarme el cuento en el
futuro.
El oncólogo consideró que el resultado de la
ecografía era muy bueno, que la reducción era considerable para el tiempo que
había pasado. Los análisis fueron muy bien y las defensas estaban mejorando,
neutrófilos subiendo. Tampoco me había atropellado la ambulancia en la puerta, ¡al
final hasta iba a ser mi día de suerte!
Yo intentaba salir a flote, pero me estaba
costando. Lluvia sobre suelo mojado, caída sobre caída han minado un poco mi
resiliencia emocional.
Lo bueno que ha tenido esta nueva e
inesperada, o mejor indeseada vuelta en mi montaña rusa, es recordar y tener
siempre presente, aunque nunca lo he olvidado, la cantidad de gente que me
apoya. Personas dispuestas a soplar para hinchar mi flotador y que éste suba a
la superficie. El apoyo de la gente que te quiere es esencial siempre, pero
cuando las cosas vienen mal dadas se valora si cabe un poco más.
Y cada uno lo hace a su manera…
Mi hermana, que estaba allí, la primera. Su
manera de sacarme del pozo, ¡a patadas! Nada como una bronca de hermana mayor
para que se quite la tontería. “Te riño por tu bien” es una buena filosofía y
se lo agradezco, pero es que no me dejó ni cinco minutos para lamentarme. No iba a
suicidarme, pero un rato de desconsuelo debería estar permitido.
Un poco más sutil, mi madre, que ya días
antes de la ecografía me iba preparando por si ocurría lo peor. Me iba
preconsolando. Que no suene a reproche, mi familia le da mucho aire a mi flotador
y no me imagino cómo sería pasar por esta enfermedad sin ellos.
¿Y el resto de mi gente? Hay quien dice que
quien bien te quiere aparece en las adversidades sin ser llamado y que por el
contrario hay que llamarlo en la prosperidad. Discrepo. Mi gente está siempre,
aún sin saber si lo que viene es adverso o propicio. Mensajes de suerte, una
nota de voz a las 7 de la mañana con palabras de ánimo, un emoticono de un
brazo marcando bíceps, un 8 acostado, una llamada, un churriiiii ¿cómo va eso? Nadie preguntaba
directamente por los resultados pero sentía que todos estaban esperando,
preparados para soplar. Venga como venga y sea como sea. Y si tenemos que estar
en el pozo, al menos no llegar al fondo.
Tampoco olvido a la gente de mi nuevo bando
en el hospital de día. Personas que es posible que estén peor yo, de ánimo o de
neutrófilos, y que tuvieron la palabra de ánimo lista, ese ¡vamos!, que sirve
tanto para mí como para ellos mismos.
Con todo ese apoyo llegué al sillón 6, a la primera
sesión de taxol, que podría decir que ha sido un paseo. Un paseo largo, ya que
las primeras sesiones las ponen despacio por si hay alguna reacción alérgica. Nada.
Y por la tarde, nada. Y a día de hoy, nada. Y mañana, espero que nada. No es
que yo sea especialmente dura, es que al ser semanal, las dosis son más bajas y
eso hace que sea más llevadera.
Dentro de pocos días vuelta a la carga con la
lección aprendida. Mientras quede verano no hay que guardar el flotador ni los
manguitos, porque en cualquier momento habrá que salir a flote. Y aún queda
verano…
No canto victoria, pero quizá podría silbar un empate…
Definitivamente podías haberlo titulado el flotador ;) besos californianos, ánimo campeona!
ResponderEliminarSería un plagio...lo del flotador es cosa tuyaaaa
ResponderEliminarCada vez que te leo me doy cuenta de lo grande que eres, y me siento muy orgullosa de estar a tu lado, dentro de esta noria en la que te encuentras recuerda que tienes a muchas personas inflando flotadores. A pesar de todo me encanta que seas un poco como yo, inquieta, preguntona, y a veces como bien dices incluso agobiamos pero, y de todo lo que nos enteramos también por preguntar, te quiero princesa
ResponderEliminarYo estoy muy orgullosa de la gente que me queréis. Gente que comontu no deja que el flotador se desinfle. Tengo que ponerme bien porque necesitare 100 años al menos para agradecer todo lo que recibo. No me agobias, así somos!! Azúcar...
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